Uno de los textos mejor escritos que conozco –aparte del Quijote naturalmente—es la carta que dirigió el famoso metafísico irlandés, decano de Derry, obispo Berkeley a Newton en 1734, con motivo de la publicación del nuevo cálculo infinitesimal (Principia, apéndice de su Opticks), que atacó en los siguientes términos (traducción libre):
Aunque soy ajeno a su persona, sin embargo no soy, Señor, un extraño a la reputación que Ud. ha adquirido en la rama del conocimiento que ha constituído su estudio principal; ni a la autoridad que Ud. por tanto asume en cosas extrañas a su profesión; ni al abuso por el cual Ud., y demasiados otros del mismo carácter, son conocidos por hacer de tal indebida autoridad, una confusión a las personas desprevenidas en materias de la mayor importancia, por lo que su conocimiento matemático de ninguna manera lo califica a Ud. para ser un juez con competencia...
Y sigue con la siguiente perla:
“Como quiera que entonces se supone que Ud. aprecia mas distintamente, considera mas estrechamente, infiere mas justamente, y concluye mas exactamente que los demás, y que Ud. es por tanto menos religioso en cuanto mas juicioso, yo reclamaré el privilegio de un Librepensador; y tomo la libertad de inquirir en el tema, principios, y método de demostración admitidos por los matemáticos de los tiempos presentes, con la misma libertad que Ud. presume para tratar los principios y misterios de la Religión; con el fin que todos los hombres puedan ver qué derecho tiene Ud. para conducir, o qué incentivo tienen otros para seguirlo... “
[Fuente: tomado de Newman, J.R. (ed). The world of mathematics, 4 vols. New York University Press 1954. Notas de Costa Andrade y Lord Keynes. Citado en nuestro libro “Grandes pleitos matemáticos”; comala.com, 2004, pp. 91-92).