Por José Castellani
Además de girar alrededor de su eje, la Tierra se desplaza en el espacio con un movimiento de translación alrededor del Sol cuando describe una elipse, de acuerdo con las leyes de Kepler. A un observador situado en la Tierra le parecería como si estuviera fija y el Sol se moviese alrededor de ella, siguiendo un camino que elíptico.
En su marcha alrededor del Sol, la Tierra ―describiendo una elipse― quedará más próxima o más alejada del astro de luz. El punto más próximo está a 147 millones de Kilómetros, en el perihelio; y el más alejado se halla a 152 millones de Kilómetros, en el afelio. Si la Tierra, en su movimiento de translación girase sobre un eje vertical, con relación al plano de su órbita, sus diferentes regiones recibirían la iluminación siempre sobre el mismo ángulo y la temperatura sería siempre constante en cada una de ellos. Mas, como el eje está inclinado, con relación a su órbita, esa inclinación hace que los rayos solares incidan sobre la Tierra siguiendo un ángulo diferente variando cada día que pasa. Y así se van sucediendo las estaciones de Verano, Otoño, Invierno y Primavera.
Como los planos del ecuador terrestre y de la eclíptica no coinciden, teniendo una inclinación, uno con respecto al otro de 23 grados y 27 minutos, ellos se cortan a lo largo de una línea, que toca la eclíptica en dos puntos: son los equinoccios. El Sol, en su órbita aparente, cruza estos puntos, al pasar de un hemisferio celeste para el otro; el pasaje de Sur a Norte, marca el inicio de Primavera en el hemisferio Norte y de Otoño en el hemisferio Sur; el pasaje del Norte para el Sur, marca el inicio del Otoño en el Hemisfério Norte y de la Primavera en el Hemisfério Sur. Esos son los equinoccios de Primavera y de Otoño.
Por otro lado, en los momentos en que el Sol tiene su mayor distancia angular del ecuador terrestre, o sea, cuando se da el máximo valor de su declinación, ocurren los solsticios. Los dos solsticios ocurren el 21 de Junio y el 21 de Diciembre; la primera fecha marca un pasaje del Sol por el primer punto del Trópico de Cáncer, mientras que la segunda es el pasaje del Sol por el primer punto del Trópico de Capricornio. En el primer caso, el Sol está en afelio y es solsticio de Verano en el Hemisferio Norte y de Invierno en el Hemisferio Sur; en el segundo, el Sol está en perihelio y es solsticio de Invierno en el Hemisferio Norte y de Verano en el Hemisferio Sur. Por tanto, el solsticio de Verano en el Hemisferio Norte y de Invierno en el Hemisferio Sur, ocurre cuando el Sol está en su posición mas boreal (Norte), mientras que el solsticio de Verano en el Hemisferio Sur y el de Invierno en el Hemisferio Norte, ocurre cuando el Sol está en su posición mas austral (Sur).
Por herencia recibida de los miembros de las organizaciones de oficio, que, tradicionalmente, acostumbraban conmemorar los solsticios, esa práctica llegó à la Masonería moderna, pero ya sazonada por la influencia de la Iglesia sobre las corporaciones operativas. Como las fechas de los dos solsticios son 21 de Junio y 21 de Diciembre, muy próximas a las fechas conmemorativas de San Juan Bautista — 24 de junio — y de San Juan Evangelista — 27 de Diciembre — ellas finalmente se confundieron con estas, entre los operativos, llegando así a la actualidad. Hoy, la instalación de los Grandes Maestros de las Obediencias y de los Venerables Maestros de las Logias, se realizan el 24 de Junio, o en una fecha bien cercana y no se puede olvidar que la primera Obediencia Masónica del mundo, como ya fue visto, fue fundada en 1717, en el día de San Juan Bautista.
Gracias a eso, muchas corporaciones, aunque hubiese un santo protector para cada uno de esos Grupos Profesionales, acabarían adoptando los dos San Juanes como Patronos, haciendo llegar esa costumbre a la moderna Masonería donde existen, siguiendo la mayoría de los Ritos, las Logias de San Juan, que abren sus trabajos “A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo (Dios) y en honor a San Juan, nuestro patrono”, englobando, en ese momento a los dos santos.
En el templo Masónico, esas fechas solsticias están representadas en un símbolo, que es el Circulo entre Paralelas Verticales y Tangenciales. Este significa que el Sol no transpone los Trópicos, o que sugiere a los masones que la consecuencia religiosa del Hombre es inviolable; las paralelas representan los trópicos de Cáncer y de Capricornio y de los dos San Juan.
Tradicionalmente, por medio de la noción de puerta estrecha, como dificultad de ingreso, el masón evoca las puertas solsticias, estrechos medios de acceso al conocimiento, simbolizados en el circulo cósmico, en el circulo de la vida, en el zodiaco, por el eje Capricornio-Cáncer, ya que Capricornio corresponde, al solsticio de Invierno y Cáncer al de Verano (en el Hemisferio Norte, con su inversión para el Hemisferio Sur). La puerta corresponde al inicio, o al punto ideal de partida, en la elíptica de nuestro planeta, en los calendarios Gregorianos y también en algunos Pre-colombinos, dentro del itinerario Sideral.
El hombre primitivo distinguía la diferencia entre dos épocas, una de frío y una de calor, concepto que inicialmente le sirvió de base para organizar el trabajo agrícola. Gracias a eso es que surgieron los cultos solares, como el Sol siendo proclamado — como fuente de calor y de luz — o rey de los cielos es el soberano del mundo, con influencia marcada sobre todas las religiones y creencias posteriores de la humanidad. Y desde la época de las antiguas civilizaciones, el hombre imaginó los Solsticios como aberturas opuestas del cielo, como puertas, por donde el Sol entraba y salía, al terminar su curso, en cada círculo tropical.
La personificación de tal concepto, en el panteón romano, fue del Dios Janus, representado como divinidad bifásica, gracias a su marcha pendular entre los trópicos, como su propio nombre muestra esa implicación, ya que deriva de janua, palabra latina que significa puerta. Por eso, él era también, conocido como Janitur, o sea portero, siendo representado como un grupo de llaves en la mano, como guardián de las puertas del cielo. Posteriormente, esa alegoría pasaría a través de la tradición popular cristiana, para San Pedro, pero sin cualquier relación con los solsticios.
Janus era un dios bicéfalo, con dos caras simétricamente opuestas, cuyo significado simbolizaba la tradición de observar constantemente el pasado con una cara, y con la otra, el futuro. Los Césares de la Roma imperial, en sus celebraciones, y para dar ingreso al Sol en los dos hemisferios celestes, anteponían al dios Janus para presidir todos los comienzos de iniciación, por atribuirle la guarda de las llaves.
Tradicionalmente, tanto para el mundo oriental, como para el occidental, el solsticio de Cáncer, o de la Esperanza, alusivo a San Juan Bautista (Verano en el hemisferio Norte e Invierno en el hemisferio Sur), es la puerta cruzada por las almas mortales y por eso es llamada la Puerta de los Hombres, mientras que el solsticio de Capricornio, o de Reconocimiento, alusivo a San Juan Evangelista (Invierno en el hemisferio Norte y Verano en el hemisferio Sur), y la puerta cruzada por las almas inmortales y por eso, denominada Puerta de los Dioses. Para los antiguos egipcios, el solsticio de Cáncer (Puerta de los Hombres) era consagrado al dios Anubis; los antiguos griegos lo consagraban al dios Hermes. Anubis y Hermes eran, en la mitología de esos pueblos, los encargados de conducir las almas al mundo extraterreno.
La importancia de esa representación de las puertas solsticiales puede ser encontrada con el auxilio del simbolismo cristiano, pues para un masón, las fiestas de los solsticios son, en último análisis, las fiestas de San Juan Bautista y de San Juan Evangelista. Son dos San Juan y allí hay una evidente relación con el dios romano Janus y sus dos caras: el futuro y el pasado, el futuro que debe ser construido a la luz del pasado. Sobre una visión simbólica, los dos se encuentran en un momento de transición, en el fin de un gran año cósmico y el comienzo de uno nuevo que marca el nacimiento de Jesús: uno anuncia su venida y el otro propaga su palabra. Fue la semejanza entre las palabras Janus y Juanes (João – Juan, que, en hebreo es Ieho-hannam = gracia de Dios) que facilito el intercambio de Janus pagano por el Juan cristiano, con la finalidad de extirpar una tradición “pagana”, que se chocaba con el cristianismo. Y fue de esta manera que los dos San Juan fueron asociados a los solsticios y presiden las fiestas solsticiales.
Continua de esa manera la dualidad, principio de la vida: delante de Cáncer, Capricornio; delante de los días mas largos del Verano, los días más cortos, del Invierno; delante de San Juan “de Invierno”, con las tinieblas, Capricornio es la Puerta de Dios, y San Juan “de Verano”, con la luz, Cáncer y la Puerta de los Hombres (vale recordar que, para los masones, simbólicamente, las condiciones geográficas son, siempre, las del hemisferio Norte).
Dentro de esa misma visión simbólica, podemos considerar la configuración de la constelación de Cáncer. Sus dos estrellas principales toman el nombre de Aselos (del latín Asellus, i = diminutivo de Asinus, o sea: jumento, burro). En la tradición hebraica, las dos estrellas son llamadas de Haiot Nakodish, o sea, animales de santidad, designados por las dos primeras letras del alfabeto hebraico, Aleph y Beth, correspondiente al asno y al buey. Delante de ellas, hay un pequeño conglomerado de estrellas, denominado en latín, Praesepe, que significa pesebre, corral, establo, y que, en francés, es “crèche”, también con el significado de pesebre, establo, cuna. Esa palabra “créche” ya fue inclusive, incorporada a idiomas latinos, con un significado de local donde los nuevos bebes son acogidos, temporalmente.
Ese simbolismo da sentido a la observación material: Jesús nació un 25 de diciembre, sobre el signo de Capricornio, durante el solsticio de Invierno, siendo colocado en un establo-cuna, entre un asno y un buey.
Esa fecha de nacimiento, todavía, es puramente simbólica. Para los primeros cristianos, Jesús nacería en Julio, sobre el signo de Cáncer, cuando los días son mas largos en el hemisferio Norte. En el sentido cristiano, en el plano simbólico, abordaría, entonces, apenas la Puerta de los Hombres y, así solamente habría la comprensión de Jesús, como ser, como hombre. Mas Jesús es el ungido, el Mesías, el Cristo — según la teología cristiana — y el otro polo, obligatoriamente complementario, es la Puerta de Dios, sobre el signo de Capricornio, tornando la dualidad comprensible.
Entretanto dos elementos, uno material y uno religioso, vendrían a influir en la determinación de la fecha del 25 de Diciembre. El material se refiere a los hábitos y costumbres de los antiguos cristianos y al aspecto religioso, al mitraismo de la antigua Persia, adoptado por Roma:
Los primeros cristianos del Imperio Romano, para escapar las persecuciones, crearon el hábito de festejar el nacimiento de Jesús durante las fiestas dedicadas al dios Baco, cuando los romanos, ocupados con los festejos y orgías, los dejaban en paz.
Mas el origen mitraico es el que parece mas plausible para explicar esa fecha totalmente ficticia: los adeptos al mitraismo acostumbraban reunirse en la noche del 24 para amanecer el 25 de Diciembre, la mas larga y mas fría del año, en una festividad llamada — en el mitraismo romano — de Natalis Invicti Solis (nacimiento del Sol triunfante). Durante toda la fría noche, se quedaban haciendo ofrendas y deseos pidiendo la vuelta de la luz y del calor del Sol, asimilado al dios Mitra. El cristianismo, al marcar esa fecha para el nacimiento de Jesús, lo identifico con la luz del mundo, la luz que surge después de las prolongadas tinieblas.